Los principales dirigentes de la Iglesia, encabezados por el patriarca Juan de Ribera, pidieron al rey que decretara la expulsión de los moriscos, por considerarlos enemigos.
Más de 170.000 personas (moriscos) tuvieron que abandonar sus casas y emigrar a África en el año 1609. Esto provoco una fuerte crisis económica que hundio la nación.